Tengo un amigo llamado David, que también es un figura, como Roberto.

David es mi entrenador personal, y su gran mérito es que consigue que, al menos dos veces por semana, aunque ya empieza a exigir tres, estimule y aumente mi musculatura corporal, contribuyendo a mi sensación de bienestar general. Y es un mérito, porque sin su paciencia y constancia, si de mí solo dependiera, dudo que superaran los dedos de una mano las semanas al año que cumpliría.

Lo que más me gusta de David es su honestidad para consigo mismo. Su entorno familiar tendría que haberle hecho ir por otros derroteros profesionales, como he visto en muchos otros casos, pero tuvo muy claro que era lo que le apasionaba, con qué disfrutaba, y se dedicó profesionalmente a eso, rompiendo esquemas no escritos muy propios de nuestra época juvenil.

No tiene muchos clientes, al menos presenciales como es mi caso, porque él elige que así sea. Y aunque no me lo dice, tengo claro que selecciona mucho con quién quiere trabajar y con quién no. Es otro rasgo de honestidad que me gusta. Le mueven factores como la persona a la que entrena, sus valores, disfrutar en el trabajo, y no exclusivamente el dinero, aunque obviamente tiene que vivir y mantener, junto con su mujer, una familia.

Como compartimos pasión por el cerebro digital, Apple (que sabe mucho más que yo), y la tecnología en general, nos lo pasamos bomba en los entrenamientos, lo cual a mí me ayuda mucho a mantenerlos, en un contexto de campaña, en el que lo que peor llevo es la feroz competencia por mi tiempo de un sinfín de actividades.

David sabe que nunca hará de mí un cachas, y no por él, sino por mí. Pero creo que sí sabe que su función es otra, conseguir mejorar, poco a poco, dada la facilidad con la que me lesiono, la forma física general de un cuerpo poco ejercitado a lo largo de mi vida. Y lo está consiguiendo.

Me considero afortunado de conocer a David, y de estar entre sus elegidos.

Y tú, ¿conoces a alguien con una honestidad como la de David?

Faltan 228 días.

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Tengo un amigo llamado David, que también es un figura, como Roberto.

David es mi entrenador personal, y su gran mérito es que consigue que, al menos dos veces por semana, aunque ya empieza a exigir tres, estimule y aumente mi musculatura corporal, contribuyendo a mi sensación de bienestar general. Y es un mérito, porque sin su paciencia y constancia, si de mí solo dependiera, dudo que superaran los dedos de una mano las semanas al año que cumpliría.

Lo que más me gusta de David es su honestidad para consigo mismo. Su entorno familiar tendría que haberle hecho ir por otros derroteros profesionales, como he visto en muchos otros casos, pero tuvo muy claro que era lo que le apasionaba, con qué disfrutaba, y se dedicó profesionalmente a eso, rompiendo esquemas no escritos muy propios de nuestra época juvenil.

No tiene muchos clientes, al menos presenciales como es mi caso, porque él elige que así sea. Y aunque no me lo dice, tengo claro que selecciona mucho con quién quiere trabajar y con quién no. Es otro rasgo de honestidad que me gusta. Le mueven factores como la persona a la que entrena, sus valores, disfrutar en el trabajo, y no exclusivamente el dinero, aunque obviamente tiene que vivir y mantener, junto con su mujer, una familia.

Como compartimos pasión por el cerebro digital, Apple (que sabe mucho más que yo), y la tecnología en general, nos lo pasamos bomba en los entrenamientos, lo cual a mí me ayuda mucho a mantenerlos, en un contexto de campaña, en el que lo que peor llevo es la feroz competencia por mi tiempo de un sinfín de actividades.

David sabe que nunca hará de mí un cachas, y no por él, sino por mí. Pero creo que sí sabe que su función es otra, conseguir mejorar, poco a poco, dada la facilidad con la que me lesiono, la forma física general de un cuerpo poco ejercitado a lo largo de mi vida. Y lo está consiguiendo.

Me considero afortunado de conocer a David, y de estar entre sus elegidos.

Y tú, ¿conoces a alguien con una honestidad como la de David?

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