El día que publiqué la oferta de poder participar en la futura junta directiva de la SEFH, hubo un comentario que me llegó de una compañera de treinta y tantos años, que había manifestado que seguro que la edad será un problema, porque la edad siempre es un problema.

Hasta ese momento no percibía que la edad pudiera ser considerada por la gente joven como una barrera. Es más, mi percepción era justo la contraria, en un contexto donde una edad avanzada suele ser un obstáculo para nuevos retos profesionales.

Yo no me cambiaría por mi yo de treinta y pocos años, aunque tampoco renuncio a él, porque gracias a él soy el de ahora. La perspectiva, la experiencia y la visión global son cualidades determinantes para todo profesional, y eso se consigue y se pule con el tiempo. Y lo considero así, porque creo en el isomorfismo de procesos a todos los niveles. Ahora bien, estas cualidades necesitan algo más, las ganas y la adaptación permanente a la realidad cambiante.

Me pongo en los zapatos de esta compañera, y también la entiendo. Porque cuando se juntan las ganas con la vitalidad de la juventud, cuando nada es obstáculo suficiente, enseguida hay quien te empieza a ver como una amenaza, y que mejor excusa que la edad (o el tiempo trabajado, o falta de experiencia) para parar los pies.

La edad, por sí sola, nunca debería ser el problema. Ni poca, ni mucha, ni en el medio. La falta de ganas, sí.

Creo en la diversidad, y eso incluye la edad. Un buen equipo necesita de experiencia, perspectiva, vitalidad, argamasa, ganas y adaptación a las circunstancias y tecnologías cambiantes. Y para ello, se necesitan profesionales de diferentes edades, y con algo en común, las ganas.

Y tú, ¿piensas que la edad es un problema o una bendición?

Faltan 232 días.

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El día que publiqué la oferta de poder participar en la futura junta directiva de la SEFH, hubo un comentario que me llegó de una compañera de treinta y tantos años, que había manifestado que seguro que la edad será un problema, porque la edad siempre es un problema.

Hasta ese momento no percibía que la edad pudiera ser considerada por la gente joven como una barrera. Es más, mi percepción era justo la contraria, en un contexto donde una edad avanzada suele ser un obstáculo para nuevos retos profesionales.

Yo no me cambiaría por mi yo de treinta y pocos años, aunque tampoco renuncio a él, porque gracias a él soy el de ahora. La perspectiva, la experiencia y la visión global son cualidades determinantes para todo profesional, y eso se consigue y se pule con el tiempo. Y lo considero así, porque creo en el isomorfismo de procesos a todos los niveles. Ahora bien, estas cualidades necesitan algo más, las ganas y la adaptación permanente a la realidad cambiante.

Me pongo en los zapatos de esta compañera, y también la entiendo. Porque cuando se juntan las ganas con la vitalidad de la juventud, cuando nada es obstáculo suficiente, enseguida hay quien te empieza a ver como una amenaza, y que mejor excusa que la edad (o el tiempo trabajado, o falta de experiencia) para parar los pies.

La edad, por sí sola, nunca debería ser el problema. Ni poca, ni mucha, ni en el medio. La falta de ganas, sí.

Creo en la diversidad, y eso incluye la edad. Un buen equipo necesita de experiencia, perspectiva, vitalidad, argamasa, ganas y adaptación a las circunstancias y tecnologías cambiantes. Y para ello, se necesitan profesionales de diferentes edades, y con algo en común, las ganas.

Y tú, ¿piensas que la edad es un problema o una bendición?

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