Tengo un amigo llamado Roberto, que es un figura.

Fisioterapeuta titulado, hizo de la moda su profesión y su pasión, trabajando en una de las marcas de hombre más reconocidas que existen.

No sé a ti, pero una de las consecuencias que tuvo en mí la pandemia, junto con la manifiesta inactividad profesional fuera del hospital, fue el impacto directo en mi forma de vestir. Podría llamarlo comodidad, pero más bien, creo que simplemente era dejadez. Hice de los vaqueros, las zapatillas y los polos o las camisas con chaleco, mi escudo de invisibilidad, en una especie de huida silenciosa de mí mismo. No en vano, transitaba por una diáspora existencial.

Creo en la marca personal, mucho, y en el impacto de la imagen que transmitimos al exterior, por lo que si me visto de invisibilidad, solo cabe esperar que transmita invisibilidad, lo cual no parece ser muy coherente con mis intenciones para con la SEFH, por no mencionar que no era ese yo que reflejaba el espejo, al que quería ver.

Así las cosas, le pedí ayuda a Roberto. Hazme combinaciones, elegantes, pero informales, con distintos grados según la actividad. Y Roberto hizo su magia. Flipando, solo acertaba a hacer fotos ante las propuestas, por la pura incredulidad de que esas cosas que tenía en mi armario se pudieran conjuntar de esas formas. Nunca se me hubiera ocurrido.

Estoy girando, me he comprometido a ello, y más que lo haré con la ayuda de Roberto. Pero no pienses que el arte o la magia de Roberto es combinar ropa, que también, sino, más bien, entenderme a mí, entender la frecuencia a la que vibra mi ser interior, y hacer de la ropa un elemento de expresión personal, como una extensión de mí mismo.

Me considero afortunado de conocer a Roberto.

Y tú, ¿conoces a algún Roberto?

Faltan 235 días.

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Tengo un amigo llamado Roberto, que es un figura.

Fisioterapeuta titulado, hizo de la moda su profesión y su pasión, trabajando en una de las marcas de hombre más reconocidas que existen.

No sé a ti, pero una de las consecuencias que tuvo en mí la pandemia, junto con la manifiesta inactividad profesional fuera del hospital, fue el impacto directo en mi forma de vestir. Podría llamarlo comodidad, pero más bien, creo que simplemente era dejadez. Hice de los vaqueros, las zapatillas y los polos o las camisas con chaleco, mi escudo de invisibilidad, en una especie de huida silenciosa de mí mismo. No en vano, transitaba por una diáspora existencial.

Creo en la marca personal, mucho, y en el impacto de la imagen que transmitimos al exterior, por lo que si me visto de invisibilidad, solo cabe esperar que transmita invisibilidad, lo cual no parece ser muy coherente con mis intenciones para con la SEFH, por no mencionar que no era ese yo que reflejaba el espejo, al que quería ver.

Así las cosas, le pedí ayuda a Roberto. Hazme combinaciones, elegantes, pero informales, con distintos grados según la actividad. Y Roberto hizo su magia. Flipando, solo acertaba a hacer fotos ante las propuestas, por la pura incredulidad de que esas cosas que tenía en mi armario se pudieran conjuntar de esas formas. Nunca se me hubiera ocurrido.

Estoy girando, me he comprometido a ello, y más que lo haré con la ayuda de Roberto. Pero no pienses que el arte o la magia de Roberto es combinar ropa, que también, sino, más bien, entenderme a mí, entender la frecuencia a la que vibra mi ser interior, y hacer de la ropa un elemento de expresión personal, como una extensión de mí mismo.

Me considero afortunado de conocer a Roberto.

Y tú, ¿conoces a algún Roberto?

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