«Podría decirte tantas cosas, pero si te fijas en la forma en la que te miro, ya deberías saberlo todo.»
Desconozco la autoría de la frase anterior, pero es una de mis frases favoritas. No es que me resuene o que me llame la atención, es que ojalá la hubiera escrito yo, y fuera mía.
A veces, una mirada, una sola mirada infinita en su instante vital, te atraviesa, derriba imposibles y distancias, y acaba definiendo tu destino. Bendita aquella mirada.
En otras ocasiones, las miradas son los acordes de un lenguaje compartido. La mirada de una madre o un padre a un hijo o a una hija, la mirada de los que pudieron ser y no son, la mirada de los que son sin ser, la mirada de los que son siendo.
También hay miradas que son lenguaje, pero no compartido. Miradas amenazantes, miradas inciertas, miradas atemorizantes, miradas atemorizadas. Pero estas no me gustan nada.
Es sorprendente el poder de una mirada.
Y tú, ¿has tenido la suerte de conocer el poder de una mirada que lo dice todo?
Faltan 263 días.
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«Podría decirte tantas cosas, pero si te fijas en la forma en la que te miro, ya deberías saberlo todo.»
Desconozco la autoría de la frase anterior, pero es una de mis frases favoritas. No es que me resuene o que me llame la atención, es que ojalá la hubiera escrito yo, y fuera mía.
A veces, una mirada, una sola mirada infinita en su instante vital, te atraviesa, derriba imposibles y distancias, y acaba definiendo tu destino. Bendita aquella mirada.
En otras ocasiones, las miradas son los acordes de un lenguaje compartido. La mirada de una madre o un padre a un hijo o a una hija, la mirada de los que pudieron ser y no son, la mirada de los que son sin ser, la mirada de los que son siendo.
También hay miradas que son lenguaje, pero no compartido. Miradas amenazantes, miradas inciertas, miradas atemorizantes, miradas atemorizadas. Pero estas no me gustan nada.
Es sorprendente el poder de una mirada.
Y tú, ¿has tenido la suerte de conocer el poder de una mirada que lo dice todo?
Faltan 263 días.