Veía un resumen de noticias hace unos días, en mis vacaciones, en el que destacaba el tema del posible peaje en las autovías españolas en 2024. Cómo había sido categóricamente negado por el gobierno, y cómo parecía que sí estaba en unos documentos enviados por el mismo gobierno a Bruselas, al menos según un medio, mientras que, en otros, ni siquiera salía la noticia, o se desmentía la existencia de esos documentos.
El ejemplo en sí me da igual, el tiempo dará y quitará razones, pero me trajo a la cabeza el gran problema de credibilidad que vivimos en la actualidad. Parece que todo vale, y ese es el problema, que, en realidad, no todo vale.
Esta entrada la escribí ese mismo día, aun en campaña electoral del 23J, donde te hartas a ver gente tanto en medios audiovisuales como en redes sociales, diciendo que lo que dicen los otros u otras solo son mentiras, menos lo que dicen ellos o ellas mismas, que en ese caso sí son verdades absolutas.
Sabes, no soporto la mentira, entiendo y respeto muchas cosas, pero que me mientan, no. Además, como hago uso de mi juicio crítico y de mi memoria, suelo pillar, antes o después, a mucho mentiroso o mentirosa.
Intento entender las motivaciones porque sé que nada es blanco o negro, sino de una infinita gama de grises. Pero, de verdad, ¿tan difícil es decir la verdad?, ¿tan difícil es afrontar la responsabilidad de lo que hayas hecho o haya pasado?
Alguna vez ya te he contado que soy un ingenuo, pero porque prefiero ser ingenuo a ser otra cosa. Quizá por eso, hay tanta gente que me decepciona. Porque cuando conozco a alguien le otorgo credibilidad, y cuando me miente, la pierde.
Ya sabes lo que dice el refrán, «la mentira tiene las piernas cortas«. Y más en tiempos de hemerotecas.
Y tú, ¿no crees que este mundo sería mucho mejor si recuperáramos la credibilidad de forma generalizada?
Faltan 64 días.
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Veía un resumen de noticias hace unos días, en mis vacaciones, en el que destacaba el tema del posible peaje en las autovías españolas en 2024. Cómo había sido categóricamente negado por el gobierno, y cómo parecía que sí estaba en unos documentos enviados por el mismo gobierno a Bruselas, al menos según un medio, mientras que, en otros, ni siquiera salía la noticia, o se desmentía la existencia de esos documentos.
El ejemplo en sí me da igual, el tiempo dará y quitará razones, pero me trajo a la cabeza el gran problema de credibilidad que vivimos en la actualidad. Parece que todo vale, y ese es el problema, que, en realidad, no todo vale.
Esta entrada la escribí ese mismo día, aun en campaña electoral del 23J, donde te hartas a ver gente tanto en medios audiovisuales como en redes sociales, diciendo que lo que dicen los otros u otras solo son mentiras, menos lo que dicen ellos o ellas mismas, que en ese caso sí son verdades absolutas.
Sabes, no soporto la mentira, entiendo y respeto muchas cosas, pero que me mientan, no. Además, como hago uso de mi juicio crítico y de mi memoria, suelo pillar, antes o después, a mucho mentiroso o mentirosa.
Intento entender las motivaciones porque sé que nada es blanco o negro, sino de una infinita gama de grises. Pero, de verdad, ¿tan difícil es decir la verdad?, ¿tan difícil es afrontar la responsabilidad de lo que hayas hecho o haya pasado?
Alguna vez ya te he contado que soy un ingenuo, pero porque prefiero ser ingenuo a ser otra cosa. Quizá por eso, hay tanta gente que me decepciona. Porque cuando conozco a alguien le otorgo credibilidad, y cuando me miente, la pierde.
Ya sabes lo que dice el refrán, «la mentira tiene las piernas cortas«. Y más en tiempos de hemerotecas.
Y tú, ¿no crees que este mundo sería mucho mejor si recuperáramos la credibilidad de forma generalizada?
Faltan 64 días.