Instagram tiene su puntito.

Es verdad que hay mucho postureo, un exceso de publicidad, y que da una idea muy sesgada de las vivencias de quienes allí aparecen. Pero es bonito ver cosas que han sido importantes para tus amigas y amigos, y en ocasiones, también se aprende.

Una frase que me gusta mucho la encontré allí. La escribía Anxo Pérez (anxo8belts), aunque desconozco si en realidad es original suya. Dice:

«Del viento aprendí que los árboles más rígidos son los árboles más débiles, ya que son los que primero quiebran.»

Creo que sobreviven mejor quienes son más flexibles. Ser muy rígido implica limitarse mucho, cerrarse a infinidad de posibilidades que nacen de entornos o situaciones que no coinciden plenamente con lo que queremos.

Ya te conté (ver Día 18) que pienso que las cosas no son blancas o negras, sino grises, en una infinita amalgama de tonalidades. Si no entiendes esto, sufrirás, porque no puedes esperar la perfección, el blanco o negro, de nadie, sino más bien, diferentes gamas de grises. Del mismo modo, nosotros, solo podemos ofrecer lo mismo, por mucho que nos gustaría ofrecer la perfección.

Pero ojo, que la forma, o más bien, el límite de la flexibilidad, también es importante. Porque un exceso de flexibilidad puede llevarnos a que todo vale, y en mi opinión, NO todo vale.

Hay que ser flexibles, pero a la par hay que defender los valores propios primordiales, y no desprenderse de ellos por un exceso de flexibilidad, sobre todo cuando se trata de sobrellevar caracteres o voluntades ajenas. No podemos hacer cosas que vayan en contra de nuestros propios valores fundamentales, ni como individuos, ni como organizaciones.

El arte está en saber hasta qué punto debes ser flexible, y cuando decir basta.

Y tú, ¿qué aprendiste del viento?

Faltan 288 días.

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Instagram tiene su puntito.

Es verdad que hay mucho postureo, un exceso de publicidad, y que da una idea muy sesgada de las vivencias de quienes allí aparecen. Pero es bonito ver cosas que han sido importantes para tus amigas y amigos, y en ocasiones, también se aprende.

Una frase que me gusta mucho la encontré allí. La escribía Anxo Pérez (anxo8belts), aunque desconozco si en realidad es original suya. Dice:

«Del viento aprendí que los árboles más rígidos son los árboles más débiles, ya que son los que primero quiebran.»

Creo que sobreviven mejor quienes son más flexibles. Ser muy rígido implica limitarse mucho, cerrarse a infinidad de posibilidades que nacen de entornos o situaciones que no coinciden plenamente con lo que queremos.

Ya te conté (ver Día 18) que pienso que las cosas no son blancas o negras, sino grises, en una infinita amalgama de tonalidades. Si no entiendes esto, sufrirás, porque no puedes esperar la perfección, el blanco o negro, de nadie, sino más bien, diferentes gamas de grises. Del mismo modo, nosotros, solo podemos ofrecer lo mismo, por mucho que nos gustaría ofrecer la perfección.

Pero ojo, que la forma, o más bien, el límite de la flexibilidad, también es importante. Porque un exceso de flexibilidad puede llevarnos a que todo vale, y en mi opinión, NO todo vale.

Hay que ser flexibles, pero a la par hay que defender los valores propios primordiales, y no desprenderse de ellos por un exceso de flexibilidad, sobre todo cuando se trata de sobrellevar caracteres o voluntades ajenas. No podemos hacer cosas que vayan en contra de nuestros propios valores fundamentales, ni como individuos, ni como organizaciones.

El arte está en saber hasta qué punto debes ser flexible, y cuando decir basta.

Y tú, ¿qué aprendiste del viento?

Faltan 288 días.

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