Tengo un limonero que es mi ídolo.

No deja de asombrarme su capacidad para crear y regalar limones todo el año. También es el asombro de todos los que pasan por su lado, sobre todo cuando lo hacen de forma repetida a lo largo del tiempo.

De él aprendí dos lecciones.

La primera, que generalizamos demasiado. Cuando lo conocí, para mí era un cítrico, y como tal, esperaba de él que, como los naranjos, daría fruto en invierno, hacia enero más o menos. Pero no, el limonero, por muy cítrico que sea, puede dar limones todas las estaciones del año, según las circunstancias en las que se encuentre. En mi limonero coexisten, casi de forma constante, orondos limones amarillos, pequeños limones verdes, y preciosas flores blancas.

Talentosos o mediocres, de derechas o de izquierdas, clínicos o de gestión, innovadores o carcas, en una interminable miríada de despropósitos basados en la generalización, en la que cada uno se auto etiqueta, o peor aún, te etiquetan, en el grupo que, a uno, o a otro, le interesa, sea cierto o no.

La vida no es ni blanca ni negra, sino una infinita amalgama de grises. Y cuanto más se empeña alguien en defender el blanco o el negro, más desconfío de él.

La segunda lección me vino pensando en este diario. Ya te conté que lo único que me «ocupa» un poco es si tendré la capacidad de generar contenidos interesantes para tantos días (ver Día 16). Y mirando a mi limonero me planteo que, si él es capaz de dar frutos todo el año, porque no voy a ser yo capaz de hacer lo mismo.

En definitiva, solo se necesita tener la mente receptiva, asociar ideas de forma rutinaria, y, sobre todo, tener la convicción de que la vida proveerá.

¿Te gusta la limonada?, porque tengo limones para dar y regalar.

Faltan 291 días.

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Tengo un limonero que es mi ídolo.

No deja de asombrarme su capacidad para crear y regalar limones todo el año. También es el asombro de todos los que pasan por su lado, sobre todo cuando lo hacen de forma repetida a lo largo del tiempo.

De él aprendí dos lecciones.

La primera, que generalizamos demasiado. Cuando lo conocí, para mí era un cítrico, y como tal, esperaba de él que, como los naranjos, daría fruto en invierno, hacia enero más o menos. Pero no, el limonero, por muy cítrico que sea, puede dar limones todas las estaciones del año, según las circunstancias en las que se encuentre. En mi limonero coexisten, casi de forma constante, orondos limones amarillos, pequeños limones verdes, y preciosas flores blancas.

Talentosos o mediocres, de derechas o de izquierdas, clínicos o de gestión, innovadores o carcas, en una interminable miríada de despropósitos basados en la generalización, en la que cada uno se auto etiqueta, o peor aún, te etiquetan, en el grupo que, a uno, o a otro, le interesa, sea cierto o no.

La vida no es ni blanca ni negra, sino una infinita amalgama de grises. Y cuanto más se empeña alguien en defender el blanco o el negro, más desconfío de él.

La segunda lección me vino pensando en este diario. Ya te conté que lo único que me «ocupa» un poco es si tendré la capacidad de generar contenidos interesantes para tantos días (ver Día 16). Y mirando a mi limonero me planteo que, si él es capaz de dar frutos todo el año, porque no voy a ser yo capaz de hacer lo mismo.

En definitiva, solo se necesita tener la mente receptiva, asociar ideas de forma rutinaria, y, sobre todo, tener la convicción de que la vida proveerá.

¿Te gusta la limonada?, porque tengo limones para dar y regalar.

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