Son las 06:47 horas de la mañana de un sábado y estoy bailando solo en la cocina de mi casa. Llevar los AirPods ayuda, y escuchar las canciones adecuadas también. Pero el combustible para hacerlo posible es otro. Es la emoción, y por eso quiero escribirte hoy sobre ella.

Porque creo que, cuando pensamos en objetivos, nos han enseñado que deben ser SMART (specific, measurable, achievable, realistic y timely), pero raramente nos han dicho que deben emocionarnos, y en mi opinión, cuanto más lo hagan, mejor.

La emoción es una fuerza divina que nos hace soñar. Es la llama interior que nos hace vibrar y nos mantiene el corazón ardiente. Son sus alas las nos llevan a dimensiones superiores y nos empodera hasta hacernos creer que podemos vencer cualquier obstáculo.

Cuando fluye a borbotones por nuestras venas, nuestra energía vital se multiplica, la motivación se desboca y el presente, pasado y futuro conspiran a nuestro favor.

El otro día leía a una runner que decía que «si la gente que no corre supiera cómo se siente una persona después de correr, empezaría a hacerlo», pues permíteme una analogía. Si la gente que no baila de emoción supiera lo bien que sienta hacerlo, empezaría a buscar objetivos que les llevaran a hacerlo.

Y tú, ¿cuánto hace que no bailas de emoción? ¿vas a hacer algo al respecto?

Faltan 131 días.

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Son las 06:47 horas de la mañana de un sábado y estoy bailando solo en la cocina de mi casa. Llevar los AirPods ayuda, y escuchar las canciones adecuadas también. Pero el combustible para hacerlo posible es otro. Es la emoción, y por eso quiero escribirte hoy sobre ella.

Porque creo que, cuando pensamos en objetivos, nos han enseñado que deben ser SMART (specific, measurable, achievable, realistic y timely), pero raramente nos han dicho que deben emocionarnos, y en mi opinión, cuanto más lo hagan, mejor.

La emoción es una fuerza divina que nos hace soñar. Es la llama interior que nos hace vibrar y nos mantiene el corazón ardiente. Son sus alas las nos llevan a dimensiones superiores y nos empodera hasta hacernos creer que podemos vencer cualquier obstáculo.

Cuando fluye a borbotones por nuestras venas, nuestra energía vital se multiplica, la motivación se desboca y el presente, pasado y futuro conspiran a nuestro favor.

El otro día leía a una runner que decía que «si la gente que no corre supiera cómo se siente una persona después de correr, empezaría a hacerlo», pues permíteme una analogía. Si la gente que no baila de emoción supiera lo bien que sienta hacerlo, empezaría a buscar objetivos que les llevaran a hacerlo.

Y tú, ¿cuánto hace que no bailas de emoción? ¿vas a hacer algo al respecto?

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