El martes de la semana pasada te hablé sobre la tercera candidatura que parece que se perfila, y empezaba nombrando a la rumorología.

Tengo un amigo ya jubilado, que trabajaba en la industria farmacéutica, que siempre decía, «tranquilo, dímelo, que de la industria no sale». En unos días, si yo quería, lo podía saber medio país.

Ya sea en la industria farmacéutica, la farmacia hospitalaria o en cualquier otro colectivo, la rumorología es un mecanismo de transmisión de información muy potente. Si quieres que algo se sepa, cuéntaselo a alguien y nunca dejara de sorprenderte su velocidad de transmisión. Y es que, además del clásico boca a boca, el WhatsApp ha contribuido enormemente a reforzar y dar vidilla al mundo del chisme y las elucubraciones, ya sean de fuego amigo o enemigo.

Con la rumorología, además, ocurre algo sorprendente. Contrastamos y verificamos poco o nada, cuando cuestionamos por defecto todo ensayo clínico publicado. Tendemos a creernos cualquier chisme que aparece, y cuanto más sorprendente o más verde ponga a quien no nos cae bien, mejor. Y luego nos sorprende que un paciente haga más caso a su vecina (las influencer de toda la vida), o a un o una influencer moderna, que a un o una profesional sanitaria.

No me gusta la rumorología, aunque a veces pueda parecer divertida. En demasiadas ocasiones la veo usar como un arma contra otras personas. Porque aun cuando exista un fondo de verdad en el chisme, siempre se cuenta descontextualizado y con engalanamientos externos nacidos de las y los chismosos. Por no hablar de aquellos chismes que son meras invenciones, ávidas de hacer daño, generados por mediocridades con piernas.

Y en tu caso, ¿has sufrido la rumorología en tus propias carnes?

Faltan 169 días.

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El martes de la semana pasada te hablé sobre la tercera candidatura que parece que se perfila, y empezaba nombrando a la rumorología.

Tengo un amigo ya jubilado, que trabajaba en la industria farmacéutica, que siempre decía, «tranquilo, dímelo, que de la industria no sale». En unos días, si yo quería, lo podía saber medio país.

Ya sea en la industria farmacéutica, la farmacia hospitalaria o en cualquier otro colectivo, la rumorología es un mecanismo de transmisión de información muy potente. Si quieres que algo se sepa, cuéntaselo a alguien y nunca dejara de sorprenderte su velocidad de transmisión. Y es que, además del clásico boca a boca, el WhatsApp ha contribuido enormemente a reforzar y dar vidilla al mundo del chisme y las elucubraciones, ya sean de fuego amigo o enemigo.

Con la rumorología, además, ocurre algo sorprendente. Contrastamos y verificamos poco o nada, cuando cuestionamos por defecto todo ensayo clínico publicado. Tendemos a creernos cualquier chisme que aparece, y cuanto más sorprendente o más verde ponga a quien no nos cae bien, mejor. Y luego nos sorprende que un paciente haga más caso a su vecina (las influencer de toda la vida), o a un o una influencer moderna, que a un o una profesional sanitaria.

No me gusta la rumorología, aunque a veces pueda parecer divertida. En demasiadas ocasiones la veo usar como un arma contra otras personas. Porque aun cuando exista un fondo de verdad en el chisme, siempre se cuenta descontextualizado y con engalanamientos externos nacidos de las y los chismosos. Por no hablar de aquellos chismes que son meras invenciones, ávidas de hacer daño, generados por mediocridades con piernas.

Y en tu caso, ¿has sufrido la rumorología en tus propias carnes?

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