Es un constante desafío, y hace tiempo que pienso que es una prueba de amor.

Cuando vas al baño, terminas, y haciendo uso del rollo de papel higiénico, este se acaba, quedando el cartón en el aplique. Automáticamente, vas al armario, coges otro rollo, terminas de utilizarlo, y lo dejas encima de la cisterna del lavabo.

Y aquí surge la duda. El cartón te grita, ¿No irás a dejarme aquí?, así, ¿verdad?, y tú miras el otro rollo en la cisterna y te da una pereza enorme, como pocas cosas te dan, el cambiar el cartón, tirarlo a la basura, y poner el nuevo en su sitio.

Igual soy yo el único raro al que le da esta pereza, pero me pasa. Y cada vez me surge la misma tentación, dejarlo sin cambiar, que ya vendrá alguien a hacerlo.

Pero hace tiempo que me di cuenta de que las pruebas de amor no son solo los grandes actos extraordinarios, sino más bien, y con más impacto, la reiteración en los pequeños, cotidianos y desapercibidos.

Desde ese día cambio el cartón, poniendo el nuevo rollo. ¿Me sigue dando pereza?, sí, toda la del mundo, pero por qué tiene que cambiarlo mi mujer, o quien sea, si se me ha acabado a mí. En ese momento de pereza, cierro los ojos, pienso que la quiero, y lo cambio.

Y tú, ¿dejas el cartón en el aplique, o lo cambias por el rollo completo?

Faltan 179 días.

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Es un constante desafío, y hace tiempo que pienso que es una prueba de amor.

Cuando vas al baño, terminas, y haciendo uso del rollo de papel higiénico, este se acaba, quedando el cartón en el aplique. Automáticamente, vas al armario, coges otro rollo, terminas de utilizarlo, y lo dejas encima de la cisterna del lavabo.

Y aquí surge la duda. El cartón te grita, ¿No irás a dejarme aquí?, así, ¿verdad?, y tú miras el otro rollo en la cisterna y te da una pereza enorme, como pocas cosas te dan, el cambiar el cartón, tirarlo a la basura, y poner el nuevo en su sitio.

Igual soy yo el único raro al que le da esta pereza, pero me pasa. Y cada vez me surge la misma tentación, dejarlo sin cambiar, que ya vendrá alguien a hacerlo.

Pero hace tiempo que me di cuenta de que las pruebas de amor no son solo los grandes actos extraordinarios, sino más bien, y con más impacto, la reiteración en los pequeños, cotidianos y desapercibidos.

Desde ese día cambio el cartón, poniendo el nuevo rollo. ¿Me sigue dando pereza?, sí, toda la del mundo, pero por qué tiene que cambiarlo mi mujer, o quien sea, si se me ha acabado a mí. En ese momento de pereza, cierro los ojos, pienso que la quiero, y lo cambio.

Y tú, ¿dejas el cartón en el aplique, o lo cambias por el rollo completo?

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