El otro día leía una newsletter sobre productividad personal, en el que el autor hablaba de una frase que le había impactado, y que te reconozco que a mí también me impactó.
La frase era: «La gente lo que quiere es sentirse inteligente, no esforzarse para serlo.»
Me impactó porque explica muchas cosas que no había sido hasta ahora capaz de entender. Porque esta es la razón que subyace en muchos comportamientos, algunos propios, lo reconozco, que buscan la solución mágica, el camino fácil y rápido.
A veces prefieres hacer algo que te haga sentir que peleas por conseguir un objetivo, aunque en realidad ese algo no te lleve a ninguna parte. Es la ilusión de sentirte bien porque estás haciendo algo para mejorar algo, aunque te estés engañando a ti mismo. Si los «productos milagro» funcionan aún a estas alturas es por esto.
La cultura del esfuerzo está muy difuminada, y, sin embargo, la cultura del «sentirse que» predomina. Pero por mucho que predomine, no deja de ser una ilusión, y por tanto, irreal. Y su consecuencia, que los resultados nunca se alcanzan.
Si cambias la palabra inteligente por útil, determinante, importante, etc., hallarás el gran problema del mensaje que nos venden de que somos un actor fundamental del sistema sanitario. Lo siento, no lo somos, al menos como nos lo venden. ¿Somos importantes?, si, pero para fundamentales aún nos queda camino, aunque lo recorreremos.
¿Sabes lo que de verdad está en tu mano?, dejar de creer a quien te dice lo que quieres oír para sentirte importante (o lo que sea), y trabajar, con humildad, para serlo.
Y tú, ¿qué prefieres, sentirte o ser algo?
Faltan 189 días.
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El otro día leía una newsletter sobre productividad personal, en el que el autor hablaba de una frase que le había impactado, y que te reconozco que a mí también me impactó.
La frase era: «La gente lo que quiere es sentirse inteligente, no esforzarse para serlo.»
Me impactó porque explica muchas cosas que no había sido hasta ahora capaz de entender. Porque esta es la razón que subyace en muchos comportamientos, algunos propios, lo reconozco, que buscan la solución mágica, el camino fácil y rápido.
A veces prefieres hacer algo que te haga sentir que peleas por conseguir un objetivo, aunque en realidad ese algo no te lleve a ninguna parte. Es la ilusión de sentirte bien porque estás haciendo algo para mejorar algo, aunque te estés engañando a ti mismo. Si los «productos milagro» funcionan aún a estas alturas es por esto.
La cultura del esfuerzo está muy difuminada, y, sin embargo, la cultura del «sentirse que» predomina. Pero por mucho que predomine, no deja de ser una ilusión, y por tanto, irreal. Y su consecuencia, que los resultados nunca se alcanzan.
Si cambias la palabra inteligente por útil, determinante, importante, etc., hallarás el gran problema del mensaje que nos venden de que somos un actor fundamental del sistema sanitario. Lo siento, no lo somos, al menos como nos lo venden. ¿Somos importantes?, si, pero para fundamentales aún nos queda camino, aunque lo recorreremos.
¿Sabes lo que de verdad está en tu mano?, dejar de creer a quien te dice lo que quieres oír para sentirte importante (o lo que sea), y trabajar, con humildad, para serlo.
Y tú, ¿qué prefieres, sentirte o ser algo?
Faltan 189 días.