Me encanta París, lo reconozco. Probablemente, es la capital europea que más me gusta, aunque como me pasa con muchas otras, me encanta para viajar, pero no para vivir.

Estuve hace unos días. Comprende que no podía decírtelo en ese momento por un tema básico de seguridad. No voy a anunciar a bombo y platillo por redes sociales cuando estoy en casa, y cuando no.

Esta vez fue diferente. El objetivo no era conocerlo yo (que ya he estado varias veces), ni tener unas jornadas románticas con mi mujer, aunque estuviéramos los dos. El objetivo era que nuestro hijo conociera, apreciara y disfrutara París. Aunque claro, mi hijo nunca apreciará el mismo París que yo, sino el que le guste a sus ojos, y sabiendo además, que sus ojos cambiarán con el tiempo.

Disfrutó contando los 242 escalones que nos llevó subir al Arco del Triunfo, mientras yo terminaba resoplando, y le encantó dar vueltas por su parte superior. Le encantó la terraza de las Galerías Lafayette, con sus cristales transparentes, a los que yo ni me acercaba por el vértigo. Le gustó mucho la Torre Eiffel, pero el piso cerrado de la cima, no el abierto, aunque con el frío que hacía no me extraña. La visita al Louvre fue corta, pero intensa, y sí, le gustó La Gioconda, aunque no más que otras maravillas egipcias, griegas o del lejano oriente. Ni pestañeó mientras le hacían un retrato en Montmartre, y se imaginó siendo Mbappé en el parque de los príncipes. Probó por primera vez una sopa de cebolla francesa, algunos tipos de paté, algunos quesos parecidos a otros que ya conocía, crepes, el steak tartare, el fish and chips (ya lo sé, no es típico, pero lo pidió en un sitio porque no lo conocía), y hamburguesas y perritos de cadenas que desconocía. Y le encantó guiarnos él por el metro como si de un juego se tratara. Porque, en definitiva, todo era un juego.

Me encanta ver cómo disfruta casi todo, a pesar de cansarse. Como le gusta probar cosas nuevas, aunque algunas no le gusten después. Y sobre todo me encanta notar que está en esa edad en la que aun sus padres son el centro de su universo. Sé que esto cambiará, pero mientras dure, ahí estaré, y luego, también.

París, a través de sus ojos, sigue siendo París, y me ha encantado.

Y a ti, ¿qué París te gusta?

Faltan 193 días.

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Me encanta París, lo reconozco. Probablemente, es la capital europea que más me gusta, aunque como me pasa con muchas otras, me encanta para viajar, pero no para vivir.

Estuve hace unos días. Comprende que no podía decírtelo en ese momento por un tema básico de seguridad. No voy a anunciar a bombo y platillo por redes sociales cuando estoy en casa, y cuando no.

Esta vez fue diferente. El objetivo no era conocerlo yo (que ya he estado varias veces), ni tener unas jornadas románticas con mi mujer, aunque estuviéramos los dos. El objetivo era que nuestro hijo conociera, apreciara y disfrutara París. Aunque claro, mi hijo nunca apreciará el mismo París que yo, sino el que le guste a sus ojos, y sabiendo además, que sus ojos cambiarán con el tiempo.

Disfrutó contando los 242 escalones que nos llevó subir al Arco del Triunfo, mientras yo terminaba resoplando, y le encantó dar vueltas por su parte superior. Le encantó la terraza de las Galerías Lafayette, con sus cristales transparentes, a los que yo ni me acercaba por el vértigo. Le gustó mucho la Torre Eiffel, pero el piso cerrado de la cima, no el abierto, aunque con el frío que hacía no me extraña. La visita al Louvre fue corta, pero intensa, y sí, le gustó La Gioconda, aunque no más que otras maravillas egipcias, griegas o del lejano oriente. Ni pestañeó mientras le hacían un retrato en Montmartre, y se imaginó siendo Mbappé en el parque de los príncipes. Probó por primera vez una sopa de cebolla francesa, algunos tipos de paté, algunos quesos parecidos a otros que ya conocía, crepes, el steak tartare, el fish and chips (ya lo sé, no es típico, pero lo pidió en un sitio porque no lo conocía), y hamburguesas y perritos de cadenas que desconocía. Y le encantó guiarnos él por el metro como si de un juego se tratara. Porque, en definitiva, todo era un juego.

Me encanta ver cómo disfruta casi todo, a pesar de cansarse. Como le gusta probar cosas nuevas, aunque algunas no le gusten después. Y sobre todo me encanta notar que está en esa edad en la que aun sus padres son el centro de su universo. Sé que esto cambiará, pero mientras dure, ahí estaré, y luego, también.

París, a través de sus ojos, sigue siendo París, y me ha encantado.

Y a ti, ¿qué París te gusta?

Faltan 193 días.

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