No todos los cafés son iguales, lo sabemos. Su origen, su aroma, su tueste, son características que los hacen únicos y diferentes a los demás.
Tengo un amigo que le gusta mucho el café, y lo tomaba, de forma regular, en una determinada cafetería, con una amiga suya. Le gustaba mucho el café de aquel sitio. Disfrutaba cada uno de ellos hablando con su amiga sobre sus éxitos y sus miserias, sobre las alegrías y las decepciones. No recelaba en abrirle su alma, y menos aún de escucharla con la misma intensidad. Siempre pensé cuando me lo contaba, que esos cafés eran oasis de felicidad en sus azarosas vidas.
Tanto me hablaba de lo rico que estaba el café, que un día me fui con mi amigo a esa cafetería, y cuando empezamos a probarlo, me sorprendió la cara que puso.
¡¡No sabe igual!!, interpeló. Está bueno, pero algo pasa, no es el de siempre, explicó sorprendido, e incluso un punto enojado.
¡¡Yo no soy ella!!, le dije despacio, mientras esbozaba una sonrisa, al entender perfectamente lo que le pasaba. Nunca fue el café, siempre fue ella.
Percibimos el mundo en función de cómo nos sentimos. Y como nos sentimos, depende en gran medida de cómo consiguen hacernos sentir las personas que tenemos a nuestro lado, las cuales, además, también sienten en función de cómo las hacemos sentir nosotros.
Rodearse de las personas adecuadas, no es importante, es fundamental.
Y a ti, ¿con quién te gusta tomar café?
Faltan 197 días.
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No todos los cafés son iguales, lo sabemos. Su origen, su aroma, su tueste, son características que los hacen únicos y diferentes a los demás.
Tengo un amigo que le gusta mucho el café, y lo tomaba, de forma regular, en una determinada cafetería, con una amiga suya. Le gustaba mucho el café de aquel sitio. Disfrutaba cada uno de ellos hablando con su amiga sobre sus éxitos y sus miserias, sobre las alegrías y las decepciones. No recelaba en abrirle su alma, y menos aún de escucharla con la misma intensidad. Siempre pensé cuando me lo contaba, que esos cafés eran oasis de felicidad en sus azarosas vidas.
Tanto me hablaba de lo rico que estaba el café, que un día me fui con mi amigo a esa cafetería, y cuando empezamos a probarlo, me sorprendió la cara que puso.
¡¡No sabe igual!!, interpeló. Está bueno, pero algo pasa, no es el de siempre, explicó sorprendido, e incluso un punto enojado.
¡¡Yo no soy ella!!, le dije despacio, mientras esbozaba una sonrisa, al entender perfectamente lo que le pasaba. Nunca fue el café, siempre fue ella.
Percibimos el mundo en función de cómo nos sentimos. Y como nos sentimos, depende en gran medida de cómo consiguen hacernos sentir las personas que tenemos a nuestro lado, las cuales, además, también sienten en función de cómo las hacemos sentir nosotros.
Rodearse de las personas adecuadas, no es importante, es fundamental.
Y a ti, ¿con quién te gusta tomar café?
Faltan 197 días.