Hoy es el Día del Padre, y si eres padre (o madre), te dedico esta entrada.

Porque ser padre (o madre) que trabaja, no es nada fácil. En muchas ocasiones parece un complejo acto de malabarismo conseguir atender en tiempo y forma nuestras responsabilidades profesionales, sin dejar de ser el padre que te gustaría ser. Más aún si cabe en el ámbito sanitario, donde las exigencias propias de nuestra profesión suelen consumir nuestro tiempo y energía, dejando, en ocasiones, poco margen para la vida familiar.

Creo que en este contexto, más allá del tiempo disponible para estar con nuestros hijos, que obviamente es fundamental reservarlo y protegerlo, hay que buscar alcanzar un compromiso y una conexión significativa, empática, diría yo, con ellos, cada día.

¿Por dónde empezar?, pues por demostrar amor y aceptación incondicional, para conseguir que se sientan vistos, escuchados y apreciados, independientemente de la distancia que nos separe.

Tenemos que escucharles. No basta con oírles, hay que escucharles. Hay que responder a sus necesidades manifestadas, así como fomentar la confianza, y demostrarles que valoramos sus puntos de vista, ya que así se sentirán respetados y comprendidos.

Tenemos que enseñarles a ser resilientes y a que resuelvan problemas de forma independiente, puesto que así los capacitamos para enfrentarse a la vida. Tienen que aprender a enfrentarse a la adversidad. Es absolutamente necesario. Y además, descubrirán sus potenciales ocultos mientras innovan y perseveran en las dificultades.

Sin duda, tenemos que celebrar sus éxitos y proporcionarles apoyo en los momentos difíciles. Estos son dos de los elementos más poderosos que existen para formar un equipo, en este caso, con nuestros hijos.

Y como no, tenemos que predicar con el ejemplo, a cualquier nivel, pero sobre todo en cómo nos comportamos y en cómo tratamos a los demás. Ser un buen líder no siempre es fácil, pero si algo distingue a los líderes excelentes, es dar ejemplo positivo para que todos lo sigan.

Aunque sencillo de decir, no resulta sencillo de conseguir todo lo anterior, pero creo que ya sabes que todo esto compensa, porque ser padre, un buen padre, tiene muchas recompensas. Y la principal, para mí, es la brutalmente gratificante sensación de construir una relación significativa con tus hijos y apoyarles en su viaje de crecimiento y descubrimiento.

Y tú, ¿practicas estos principios rectores con tus hijos?

Faltan 200 días.

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Hoy es el Día del Padre, y si eres padre (o madre), te dedico esta entrada.

Porque ser padre (o madre) que trabaja, no es nada fácil. En muchas ocasiones parece un complejo acto de malabarismo conseguir atender en tiempo y forma nuestras responsabilidades profesionales, sin dejar de ser el padre que te gustaría ser. Más aún si cabe en el ámbito sanitario, donde las exigencias propias de nuestra profesión suelen consumir nuestro tiempo y energía, dejando, en ocasiones, poco margen para la vida familiar.

Creo que en este contexto, más allá del tiempo disponible para estar con nuestros hijos, que obviamente es fundamental reservarlo y protegerlo, hay que buscar alcanzar un compromiso y una conexión significativa, empática, diría yo, con ellos, cada día.

¿Por dónde empezar?, pues por demostrar amor y aceptación incondicional, para conseguir que se sientan vistos, escuchados y apreciados, independientemente de la distancia que nos separe.

Tenemos que escucharles. No basta con oírles, hay que escucharles. Hay que responder a sus necesidades manifestadas, así como fomentar la confianza, y demostrarles que valoramos sus puntos de vista, ya que así se sentirán respetados y comprendidos.

Tenemos que enseñarles a ser resilientes y a que resuelvan problemas de forma independiente, puesto que así los capacitamos para enfrentarse a la vida. Tienen que aprender a enfrentarse a la adversidad. Es absolutamente necesario. Y además, descubrirán sus potenciales ocultos mientras innovan y perseveran en las dificultades.

Sin duda, tenemos que celebrar sus éxitos y proporcionarles apoyo en los momentos difíciles. Estos son dos de los elementos más poderosos que existen para formar un equipo, en este caso, con nuestros hijos.

Y como no, tenemos que predicar con el ejemplo, a cualquier nivel, pero sobre todo en cómo nos comportamos y en cómo tratamos a los demás. Ser un buen líder no siempre es fácil, pero si algo distingue a los líderes excelentes, es dar ejemplo positivo para que todos lo sigan.

Aunque sencillo de decir, no resulta sencillo de conseguir todo lo anterior, pero creo que ya sabes que todo esto compensa, porque ser padre, un buen padre, tiene muchas recompensas. Y la principal, para mí, es la brutalmente gratificante sensación de construir una relación significativa con tus hijos y apoyarles en su viaje de crecimiento y descubrimiento.

Y tú, ¿practicas estos principios rectores con tus hijos?

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