Hace unos días, por la tarde, en el marco de una jornada de gestión para Jefes de Servicio, escuché dos frases que me llamaron mucho la atención.

La primera fue que la incertidumbre del sistema es intrínseca, y no puede desaparecer nunca.

Me gustó lo clarificante y tranquilizadora que resulta ser, porque por mucho que pelee, que trabaje y que haga, nunca voy a conseguir acabar con la incertidumbre inherente al sistema en el que estoy inmerso.

Es una frase liberadora, porque arrasa con la sensación de no llegar, de no poder con todo, y con el molesto sentimiento de que mientras arreglo dos problemas, se generan tres. Y es que, aunque el paso del tiempo, a base de experiencia, pueda modular muchas de estas sensaciones en intensidad, nunca van a desaparecer.

Y, sobre todo, te cambia la perspectiva, y empiezas a verle cosas buenas a la incertidumbre, que las tiene, y acabas entendiendo que, en realidad, la incertidumbre es tu amiga.

Cosas como que ayuda a mi crecimiento personal, porque en realidad es un desafío permanente que cuestiona mis creencias y valores, a la par que desarrolla mi resiliencia emocional.

Cosas como que me obliga a explorar nuevas ideas y enfoques, y me hace entender que no puedo estar atado a una forma de pensar o a un conjunto predeterminado de soluciones, sino que tengo que ampliar esta batería de opciones a base de creatividad y de innovación.

Cosas como que reconocer la incertidumbre como una constante me obliga a ser más flexible y a adaptarme mejor a este fluir, lo cual mejora mi propia resiliencia. Recuerda la fábula del junco, no sobrevive el más fuerte, sino el que mejor se adapta.

Pero hay una más, una que intuitivamente creo que ya hacía, y bastante bien, y no era del todo consciente. Y es que la incertidumbre te enseña a tomar decisiones en situaciones donde no tienes toda la información, y desarrollas la habilidad de evaluar riesgos, considerar múltiples escenarios, y tomar decisiones basadas en el mejor juicio posible, en lugar de en certezas absolutas.

La segunda frase ya te la cuento otro día. Me había otorgado sesenta minutos a mí mismo para escribir esta entrada con música emocionante, y casi los he cumplido ya. ¡¡Que bien sienta volver a escribir!!

Y para ti, ¿la incertidumbre es tu amiga?

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Hace unos días, por la tarde, en el marco de una jornada de gestión para Jefes de Servicio, escuché dos frases que me llamaron mucho la atención.

La primera fue que la incertidumbre del sistema es intrínseca, y no puede desaparecer nunca.

Me gustó lo clarificante y tranquilizadora que resulta ser, porque por mucho que pelee, que trabaje y que haga, nunca voy a conseguir acabar con la incertidumbre inherente al sistema en el que estoy inmerso.

Es una frase liberadora, porque arrasa con la sensación de no llegar, de no poder con todo, y con el molesto sentimiento de que mientras arreglo dos problemas, se generan tres. Y es que, aunque el paso del tiempo, a base de experiencia, pueda modular muchas de estas sensaciones en intensidad, nunca van a desaparecer.

Y, sobre todo, te cambia la perspectiva, y empiezas a verle cosas buenas a la incertidumbre, que las tiene, y acabas entendiendo que, en realidad, la incertidumbre es tu amiga.

Cosas como que ayuda a mi crecimiento personal, porque en realidad es un desafío permanente que cuestiona mis creencias y valores, a la par que desarrolla mi resiliencia emocional.

Cosas como que me obliga a explorar nuevas ideas y enfoques, y me hace entender que no puedo estar atado a una forma de pensar o a un conjunto predeterminado de soluciones, sino que tengo que ampliar esta batería de opciones a base de creatividad y de innovación.

Cosas como que reconocer la incertidumbre como una constante me obliga a ser más flexible y a adaptarme mejor a este fluir, lo cual mejora mi propia resiliencia. Recuerda la fábula del junco, no sobrevive el más fuerte, sino el que mejor se adapta.

Pero hay una más, una que intuitivamente creo que ya hacía, y bastante bien, y no era del todo consciente. Y es que la incertidumbre te enseña a tomar decisiones en situaciones donde no tienes toda la información, y desarrollas la habilidad de evaluar riesgos, considerar múltiples escenarios, y tomar decisiones basadas en el mejor juicio posible, en lugar de en certezas absolutas.

La segunda frase ya te la cuento otro día. Me había otorgado sesenta minutos a mí mismo para escribir esta entrada con música emocionante, y casi los he cumplido ya. ¡¡Que bien sienta volver a escribir!!

Y para ti, ¿la incertidumbre es tu amiga?

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