En la era dorada del lejano oeste, los pioneros se aventuraban hacia lo desconocido en busca de fortuna, enfrentándose a desafíos inimaginables, y, por supuesto, lidiando con embaucadores de todo tipo. Hoy, en el ámbito digital, navegamos por un territorio igualmente salvaje y sin ley, como es el mundo de las aplicaciones de todo tipo basadas en inteligencia artificial (IA).

En este nuevo Far West, en lugar de carretas cubiertas, tenemos navegadores web y aplicaciones móviles.

Los buscadores de oro actuales no andan tras pepitas brillantes en ríos tumultuosos, sino tras suscripciones, caracterizadas por promesas de aplicaciones que resolverán todos nuestros problemas con un solo clic.

Los embaucadores de antaño vendían tónicos milagrosos que curaban desde la calvicie hasta la melancolía. Hoy, y siguiendo la misma fórmula, nos prometen soluciones instantáneas a problemas complejos, para hacernos más y más productivos.

Y no olvidemos las ciudades fantasmas, un recordatorio sombrío de sueños y fortunas perdidas. En el mundo digital, estas se manifiestan como proyectos de IA abandonados y startups fracasadas, con sus dominios web soplando en el viento digital como puertas chirriantes que nadie se molesta en cerrar.

En mi opinión y experiencia como avezado buscador de oro digital, lo descrito hasta aquí no difiere mucho de la realidad que percibo, cansado de probar aplicaciones y servicios que cumplen a duras penas con tan solo alguna parte de lo que prometen, o con ninguna.

Pero a pesar de todo, aquí sigo, con la esperanza de encontrar mis propias vetas de oro, navegando a través de promesas exageradas, y evitando, en la medida de lo posible, las trampas de los embaucadores modernos.

Porque en el Far West digital, no es oro todo lo que brilla, pero eso no significa que no haya tesoros por descubrir.

Y tú, ¿estás de acuerdo conmigo en esta sensación de Far West digital?

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En la era dorada del lejano oeste, los pioneros se aventuraban hacia lo desconocido en busca de fortuna, enfrentándose a desafíos inimaginables, y, por supuesto, lidiando con embaucadores de todo tipo. Hoy, en el ámbito digital, navegamos por un territorio igualmente salvaje y sin ley, como es el mundo de las aplicaciones de todo tipo basadas en inteligencia artificial (IA).

En este nuevo Far West, en lugar de carretas cubiertas, tenemos navegadores web y aplicaciones móviles.

Los buscadores de oro actuales no andan tras pepitas brillantes en ríos tumultuosos, sino tras suscripciones, caracterizadas por promesas de aplicaciones que resolverán todos nuestros problemas con un solo clic.

Los embaucadores de antaño vendían tónicos milagrosos que curaban desde la calvicie hasta la melancolía. Hoy, y siguiendo la misma fórmula, nos prometen soluciones instantáneas a problemas complejos, para hacernos más y más productivos.

Y no olvidemos las ciudades fantasmas, un recordatorio sombrío de sueños y fortunas perdidas. En el mundo digital, estas se manifiestan como proyectos de IA abandonados y startups fracasadas, con sus dominios web soplando en el viento digital como puertas chirriantes que nadie se molesta en cerrar.

En mi opinión y experiencia como avezado buscador de oro digital, lo descrito hasta aquí no difiere mucho de la realidad que percibo, cansado de probar aplicaciones y servicios que cumplen a duras penas con tan solo alguna parte de lo que prometen, o con ninguna.

Pero a pesar de todo, aquí sigo, con la esperanza de encontrar mis propias vetas de oro, navegando a través de promesas exageradas, y evitando, en la medida de lo posible, las trampas de los embaucadores modernos.

Porque en el Far West digital, no es oro todo lo que brilla, pero eso no significa que no haya tesoros por descubrir.

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